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Con existir no basta.

Decía Oscar Wilde que “la mayoría de la gente no vive, sólo existe”; y hoy en día esa frase parece ser más cierta que nunca.

A veces me pregunto como podemos pasar por alto con tanta facilidad las verdaderas cosas que nos hacen vivir y disfrutar de estar vivos. Uno de los problemas puede ser ése, el llamar “cosa” a los hechos, momentos, y vivencias que más nos llenan. Lamentablemente vivimos en una sociedad que “cosifica” todo lo que encuentra a su paso, que le da una pátina de superficialidad a los elementos que de verdad nos hacen feliz y degrada hasta el extremo los valores más importantes que son los que nos llenan.

Nos empujan a desear objetos y cosas materiales en la eterna mentira de que teniendo más vamos a ser más felices y vamos a sentirnos mejor con nosotros mismos, cuando lo que realmente ocurre es que las emociones, los sentimientos, y los momentos inolvidables, no se pueden comprar, muchas veces ni siquiera planificar. Los momentos inolvidables y los sentimientos sinceros hacia los demás son los que hacen la vida. Y sin embargo a veces nos dejamos perder en la superficialidad de las cosas (y digo cosas porque me refiero a objetos) que sólo están ahí para distraernos de lo verdaderamente importante. No entraré en conspiraciones para mantener al ser humano continuamente ansioso y descontento a la espera del último artilugio electrónico, o del último show televisivo cuyo reclamo es el morbo. No entraré en esa serie de teorías conspiranóicas que dicen que todo es un plan para hacernos menos libres y más ignorantes y de esta manera alejarnos de la felicidad. Carece de sentido perder el tiempo con esa clase de ideas ya que lo realmente importante es despertar, despertar y rendirle culto a lo bueno; a la amistad, al amor, a las relaciones y los sentimientos sinceros; a compartir una charla cara a cara paseando junto al mar y no pantalla a pantalla porque es más fácil teclear en un aparato de plástico. Este es el mundo en el que vivimos, este mundo en el que agobiados por el trabajo, o por la falta de este, o por la pesadez de la sociedad en sí, sólo existimos, existimos pero no vivimos.

Así pues, pienso que sólo seremos verdaderamente libres cuando comprendamos que si estamos aquí no es para poseer y aparentar, poseer y presumir de lo poseído. Posesión y apariencia que sólo podemos conseguir a través de las cosas materiales, sólo lo material se puede poseer. Los sentimientos y las emociones más puros, los momentos inolvidables, o los momentos más sencillos junto a las personas que amamos no los poseemos, sólo los vivimos, simplemente disfrutamos de esas porciones de tiempo en las que somos felices, no sentimos plenos, llenos, vivos. Así, toda la superficialidad, todo las cosas materiales no son más que sucedáneos de lo que es realmente importante; no son más que el pequeño aperitivo que nos quita el hambre momentáneamente pero que no nos alimenta, ya que el alimento de la vida esta en lo más sencillo: en la sonrisa de tu hijo, en la carrera hacia la puerta de tu perro, en una caricia o una simple mirada de esa persona. La vida está en eso, vivir es eso. Lo demás es sólo superficialidad, es distracción, lo demás es un trabajo que paga las facturas y un coche que te lleva y te trae, o un televisor frente al que gritas y sufres con las victorias y derrotas de tu equipo de fútbol. Y todas esas cosas materiales están muy bien en su justa medida, pero no podemos olvidar que lo que nos hace vivir son las emociones que sentimos y hacemos sentir en los seres con los que compartimos la vida, esta vida que merece ser vivida, porque la mayoría de las veces sólo con existir no basta.



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