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De águilas y ratones

Así hay dos tipos de seres en el mundo; así están las águilas y están los ratones, cuyas respectivas naturalezas ya vienen dadas.


Las águilas nacieron para volar alto, para glorificar el mundo con su belleza, para dignificar la vida con su vuelo de alas amplias. El águila es noble, de manera que los demás alzan la cabeza al cielo buscando verla. Porque el águila nació con el cometido de mantenerse por encima del resto, con la capacidad de ver de frente las cumbres más altas. Pero a cambio de todo esto, al águila le fue impuesta la soledad. El águila no puede vivir en grupo, la grandeza no puede ser nunca compartida. El águila vive sola, vuela sola, caza sola.


En cambio el ratón es un ser grupal, una criatura de madriguera, que necesita de la masa, que se sirve de la masa para tener su papel en el mundo, para ser visible, para subsistir. A solas el águila se basta, a solas el ratón es vulnerable. A solas el ratón no es. El ratón es una máquina de supervivencia, capaz de enfrentarse a todo, de alimentarse de casi todo, de cambiar, de transformarse. De esta manera encontramos al ratón en los campos, en las ciudades, en las montañas, en los bosques; el ratón incluso es capaz de nadar.


Pero el águila vuela, el águila vuela y sube al cielo con majestuosidad, y se posa con elegancia. El águila no tiene la capacidad de adaptación del ratón porque el águila es única, es inmutable, no puede negar su naturaleza superior. Vive con dignidad, la dignidad de su privilegio, de su privilegio de ser distinta. Es altiva, portentosa, y orgullosa de sí misma sabiéndose única.


Pero el águila no puede mantenerse permanentemente en el aire, el águila para sobrevivir en un mundo que ella misma embellece debe cubrir sus necesidades más primarias; debe bajar, descender a tierra, apenas rozarla, y debe cazar al ratón; porque es el ratón el sustento del águila, sin el ratón el águila no puede vivir, es el ratón su alimento.


En cambio el ratón sin el águila vive perfectamente. El ratón no necesita de la ilustre figura del águila en el cielo, el ratón ni siquiera puede levantar su diminuta cabeza y fascinarse ante el espectáculo del águila. El ratón es ignorante, ignorante de la grandeza que le sobrevuela, la ignora, y si es capaz de verla, con frecuencia la menosprecia. El mundo del ratón, aunque inferior, sucio y bajo, puede mantenerse sin el águila.


Pero el mundo del águila sí necesita del mundo del ratón. Aún siendo elevado, superior, hermoso, y sublime, necesita que haya algo por debajo de él. El águila se aprovecha de la bajeza de la rata, de su multitudinario y concurrido mundo de seres diminutos.


De esta manera, conviven las águilas y los ratones. Así son los ratones quienes llenan el mundo, así con las águilas quienes hacen de él un lugar bello; así la soledad y la grandeza se funden en el águila, así el ratón le sirve de alimento, así la masa siempre corre hacia la madriguera, así las almas libres, únicas en sí mismas, siempre vuelan.




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