Es decir, que los quieren más agresivos, más despistados, quieren que salgan lelos y enfurecidos, quieren en el toro una fiera peligrosa, y para terminar de completar la hipérbole de la estupidez, quieren que no se aplique antideslizante en los adoquines para que puedan resbalarse (entiendo que ellos mismos y también los toros); quieren más peligro, más maltrato para el animal. Más heridos, más sangre, quieren ponerse delante de los más bravos y hacer la carrera con ellos. No quieren que los animales corran tan juntos, en manada, hay quien diría que hasta protegiéndose. Quieren que uno se descuelgue, tener más posibilidades de que un cuerno le pase a centímetros de la cara. Quieren más riesgo, y vivir para contarlo, y puesto que esto es un juego de bárbaros, y que lo quieren es eso, barbarie, dolor y falsa gloria envuelta en sangre, y puesto que sí o sí, los toros van a morir igual, no estaría mal que los animales, los de la camisa blanca y el pañuelo rojo, tuvieran todo lo que quieren, reclaman... y hasta merecen.
