Der Kaffe
- Yoel Solà
- 3 mar 2015
- 2 Min. de lectura
-¡Ah! ¿Así que a París?- exclamó Herr Grass con entusiasmo.
-Sí, Greta siempre ha querido conocer París, y qué mejor momento que ahora- respondió Herr Stromberg acercándose la jarra de cerveza a los labios.
-¡Sí, habéis escogido el momento idóneo para visitarla!- dijo Herr Grass tomando con alegría el periódico que había sobre la mesa.
"Deutschland über alles! La Wertchmach marcha triunfante por los Campos Elíseos" titulaba el Völkischer Beobachter.
-Me muero de ganas de ver otro desfile como ese- comentó Herr Stromberg.
-¡Por el Führer!- exclamó su amigo -Va usted en un viaje de novios, amigo mío. Lleve a Greta a un cabaret.
-No; no, nosotros sólo asistimos a espectáculos genuinamente alemanes.
-¿Y qué tipo de música crees que pondrán ahora en todas las salas de fiestas de Francia?
Los dos hombres rieron a carcajadas la ocurrencia y sus risas se unieron al bullicio de la cafetería. Había por lo menos un periódico en cada mesa y todos leían complacidos las noticias que llegaban desde el otro lado del Rhin.
-¡Camarero! ¡Otra jarra de la mejor cerveza bávara para mi amigo!
-¡Ahora mismo, señor!
-A ésta te invito yo.- dijo Herr Grass guiñando un ojo.
-¡Qué generosidad por tu parte!
-¡Hoy es un día para celebrar! ¡Por Alemania!- gritó Herr Grass poniéndose de pie alzando su jarra.
-¡Por Alemania!- rugió la cafetería al completo.
-¡Por el Führer!- animó otra vez Herr Grass.
-¡Por el Führer!- repitió Herr Stromberg seguido por toda la cafetería.
-¡Y por mi amigo que se acaba de casar! ¡Que su matrimonio sea la mayor de sus victorias, y que la vida de casado no se le convierta en una batalla!
La broma puso la guinda al inmejorable ambiente que reinaba en la cafetería y todos rieron y agitaron sus jarras de cerveza antes de volver a sus conversaciones.
-Ya te la devolveré cuando te cases- le dijo Herr Stromberg a su amigo con una mirada pícara.
-Pues puede que no sea muy tarde - rió Herr Grass - Sólo que en mi luna de miel pienso irme a Moscú.
-No creo que a Heike le guste pasar su viaje de bodas rodeada de bolcheviques- apuntó Herr Stromberg.
-¡Para entonces ya no quedará ni un bolchevique, amigo mío!
-¿Sabes qué? Tienes razón, Sieg Heil entonces.
-Sieg Heil!- dijeron ambos alzando sus jarras.

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