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Las Ardenas

Querida Martha:


Hace más frío del que puedas llegar a imaginarte. Esto no se parece en nada al peor de los inviernos de Texas. Nieva constantemente, y los alemanes tienen la odiosa costumbre de atacarnos siempre por la noche.


¿Te acuerdas de Billy, el muchacho de Michigan sobre el que te escribí? Ayer murió mientras repelíamos un ataque. Estaba a un metro de mí cuando fue alcanzado. No dejo de pensar que aquella bala podría haber estado destinada a mí. Tal vez lo estaba, pero la mala puntería del tirador hizo que acabase en su cuello.


Si estuvieses aquí comprobarías la ironía de la muerte y de la vida. Gracias a él tengo botas nuevas, las suyas. Las mías estaban tan podridas que se caían a pedazos y dejaban entrar todo el hielo por la parte delantera.


También estaría genial conseguir unos buenos calcetines de lana. Pero no quiero pedir demasiado; es más, me conformo con lo que tengo. Me conformo con seguir entero y vivo.

Hace dos días tuvieron que amputarle el pie a un muchacho de Nueva York. Quería llegar a la liga de béisbol y jugar en los Yankees, pero me temo que ya no podrá.


El frío y la guerra son dos socios muy buenos. Sin reparos ambos se proveen de víctimas.

Se acerca la Navidad y confío en que estés rodeada de toda la gente que amas. Yo sólo espero que me mandes todo el amor y el calor que puedas darme.


Sueño con tu próxima carta…

Eternamente tuyo…

E. R.



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