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Norma, la flaca

  • Foto del escritor: Yoel Solà
    Yoel Solà
  • 10 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

De ser una niña escuálida de aspecto enfermizo, a convertirse en la mujer más deseada por los hombres de medio mundo.


Cuando Norma Jeane abandonó el orfanato de Los Ángeles en junio de 1937, nadie fue capaz de imaginar la mujer que sería años después. A toda la serie de abusos, abandonos, e idas y venidas que tuvo su infancia, la pequeña que algún día se convertiría en la archiconocida Marilyn Monroe, tuvo que sumarle las burlas de su compañeros de colegio y orfanato. Camino de la adolescencia, el cuerpo de las chicas comenzaba a cambiar poco a poco, pero el de Norma Jeane seguía igual, solo que más alta. Una niña alta que no tenía nada que "ofrecer" a los chicos. ¿Conseguiría alguna vez marido? ¿Lograría casarse algún día? ¿Llamaría alguna vez la atención de los hombres? Yo no estaba allí y no la conocí entre 1937 y 1938 pero me puedo imaginar estas preocupaciones en su cabeza sumadas a todas las habían mermado su desarrollo psicólogo y emocional hasta entonces. Desde muy pequeña empezaba la presión para tener un físico atractivo y "ser alguien".


Pero repente sucedió.


Por capricho de la naturaleza, el cuerpo de la delgaducha y espigada Norma Jeane se transformó. Entraba en la adolescencia de golpe y por todo lo alto. Sus compañeras ya no se burlaban de ella sino que la observaban con envidia cuando caminaba por los pasillos del instituto y los chicos se giraban para mirarla. Su suerte estaba empezando a cambiar. Todavía le quedaría mucho por vivir, mucho por sufrir, muchos episodios tristes, y sobretodo mucho esfuerzo; pero por primera vez en su vida, Marilyn Monroe comenzaba a tener esperanzas.

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